Hace unas semanas lanzamos nuestro concurso de microrrelato, invitando tanto a nuestros alumnos como a nuestros seguidores en redes sociales a participar. Nos sentimos gratamente sorprendidos por la respuesta que recibimos. Al embarcarnos en la tarea de revisar los relatos, nos llenó de satisfacción descubrir el nivel narrativo que alcanzó el concurso.
Y como lo prometido es deuda, llegó el momento de desvelar cuál fue el relato ganador. El microrrelato que se lleva el premio es «Todo lo que te diría», escrito por Danny Bueno González. Estamos encantados de compartir esta maravillosa historia con todos ustedes.
¡Felicidades a Danny y un agradecimiento especial a todos los participantes por compartir su talento con nosotros! ¡Sigamos fomentando la creatividad y la pasión por la escritura juntos!
Todo lo que te diría
La luna reina imponente sobre un océano de estrellas que parece infinito. Hace tiempo que las casas han comenzado a extinguir sus luces. Apenas quedan vestigios de vida en el barrio. La calma serpentea por las calles a su antojo. El silencio se ha adueñado de cada rincón. Nadie está alerta. Todos yacen vulnerables dentro de sus fortalezas. Ella también. Es el momento perfecto.
Me acerco con sigilo hasta su casa. Como cada noche. Me planto frente a su puerta con la esperanza de sentirla aún más cerca. De percibir su olor, el calor del tacto de sus manos, el sonido de su respiración, la melodía de su voz. Pero de nuevo me aplasta el vacío. La misma sensación de frío y oscuridad de siempre. La misma impotencia. Necesito tenerla más cerca.
Entro sin hacer ruido. Sin dejar huellas. Sin dejar rastro. Sintiéndome culpable, pero a la vez no. Sabiendo que, si me descubre, el miedo que proyectará su mirada me hará pedazos. Sé que no tengo derecho. Sé que debería dejarla en paz. Pero me aterra la idea de no volver a verla. No podría seguir adelante sin contemplar su sonrisa. Aunque sea en las sombras. Aunque ella no lo sepa.
La quietud de la primera planta me abruma. Hoy no podré verla haciendo galletas, viendo la televisión o revisando aquel viejo álbum de fotos. Ese que tantas lágrimas le ha robado. Supongo que el cansancio la habrá obligado a retirarse. Tal vez tenga la suerte de verla dormir esta noche. Con el cabello suelto por la almohada. Con esa cara angelical que ha tenido desde niña.
Subo las escaleras flotando como el gas más volátil. Me acerco a la puerta de su habitación. Está entreabierta. Me cuelo como un fantasma y avanzo despacio hasta colocarme a su lado. El vacío de mi interior se estremece. El frío comienza a quemar. Y es entonces cuando siento esa pequeña calidez recorriendo todo mi ser. Como si fuera una diminuta llama a punto de prenderlo todo. Pero el incendio nunca llega. Cuanto más la miro, más me reconforta. Cuánto más cerca la tengo, más me duele.
Mi Elisa. Otra noche que pasas en vela. Otra noche que tus preciosos ojos verdes bañan tus mejillas. Lo siento. Sé que es culpa mía. Ojalá hubiera podido quedarme. Ojalá no hubiera cogido el coche aquel día. Te prometí volver a casa con la compra. Te prometí aquella tarta para tu cincuenta cumpleaños. Estabas tan guapa. Hoy también lo estás, aunque hayan pasado treinta años, y la tristeza te lo haya arrebatado todo.
Ojalá pudieras verme. Ojalá pudiera decirte que estoy aquí, que lo he estado durante todo este tiempo. Ojalá pudiera gritarte que vivas, que mereces vivir. Que yo te esperaré todas las vidas que haga falta. Pero no puedes oírme. Y esa es mi condena. Por no haber visto aquel semáforo. Por no haber esquivado aquel camión. Por haberte dejado sola, y haberte robado la vida, habiendo perdido la mía.
Y aquí estaré. Hasta el último día. Esperando a cogerte de la mano y llevarte conmigo a cualquier lugar donde podamos recuperar el tiempo perdido. Donde pueda gritarte ese último te quiero que quedó en el tintero . Donde pueda susurrarte al oído todo lo que no te dije. Y todo lo que te diría.